martes, julio 31, 2007

Preguntas taurinas

Hace un par de días, mientras me encontraba comiendo y veía el informativo de telecinco comentaron la noticia de que Cayetano Rivera Ordóñez había sufrido una cogida.
Pero lo que a mí me extraño fue la frase del titular, que reproduzco aqui y que se puede leer en la web:

"El diestro Cayetano Rivera Ordóñez resultó cogido grave por el primer toro de su lote, en el séptimo festejo de verano de El Puerto. El incidente sobrevino cuando toreaba con la zurda ante un toro de escasa fuerza y calidad. Mató a la res, Julián López "El Juli", cuya labor fue silenciada."

Lo cual me hizo plantearme algunas dudas. La primera, dicen que el toro era de escasa calidad, sin embargo cogió al torero. Eso implica calidad, ¿no?. Y en caso de coger al torero, ¿por qué no le dieron al toro las orejas y el rabo del torero?.
Finalmente, otro matarife, acabo la faena. Pero, vamos a ver, si en una lucha entre torero y toro, justa y leal, como dicen los taurinos, ganó el toro, ¿por qué lo matan?. ¿No sería lo más normal que lo devolvieran al campo?. Para mí que se lo ha ganado a pulso.

Y ya que estamos, ahora que los ganaderos quieren que la UNESCO reconozca a los toros como patrimonio cultural, ¿podrá Arabia pedir que cataloguen como patrimonio cultural las lapidaciones de adúlteras?.

Y por último, pero no menos importantes preguntas, ¿cuándo se acabará ya esta barbarie?. ¿Podremos torear alguna vez a un torero para que sienta lo que es una lucha leal y justa?.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

sí, sí y tres veces sí a todo. Saludos!

velvetinna dijo...

Me ha gustado mucho este post tuyo, estoy totalmente de acuerdo contigo, la verdad es que la mayoría de la gente de nuestra edad a la que pregunto acerca del tema, piensa lo mismo que yo, y creo que somos mayoría los que no estamos deacuerdo, o mejor dicho: aborrecemos este tipo de actuaciones, que me recuerdan a la época de los romanos. ¿Por qué entonces no se puede terminar con esta mal llamada "fiesta"? Cada verano, por la feria de San Juan escucho los aplausos y jaleos de los aficionados a este espectáculo, y me entra un cosquilleo y una angustia al pensar en ese pobre animal, desgarrándosele la piel y la carne, mientras otros se divierten viéndolo.
Me avergüenzo de ella y no considero ninguna valentía ponerse delante de un toro, armados como van y arropados por tanta cuadilla.